Ciencia ficción en el espacio hispánico

En El desmemoriado, Fabio Martínez (Cali, Colombia, 1955) incursiona de nuevo en la literatura de ciencia ficción y lo hace con el humor que lo caracteriza desde Pablo Baal y los hombres invisibles que publicó en 2003. Es curiosa la trayectoria de este escritor polifacético que se mueve con soltura entre la novela histórica con títulos como La búsqueda del paraíso, biografía novelada sobre Jorge Isaacs, autor de la más bella novela del Romanticismo hispanoamericano, María. Asimismo es autor de Balboa, el polizón del Pacífico, relato sobre el descubridor del océano Pacífico. Es como si su escritura necesitara desplazarse desde el tiempo histórico hasta el imaginario futuro, como una forma de perderse en la búsqueda de sentido y en la necesidad de entender el presente.
Pero Fabio Martínez, el autor, no está perdido en el tiempo, todo lo contrario, anclado en el presente, ejerce la cátedra como profesor de literatura de la Universidad del Valle, a la vez que dirige su sede del Pacífico en Buenaventura. Además, es columnista del diario El Tiempo donde nos ofrece su punto de vista no solo sobre la actualidad política, sino sobre diversos temas de candente vigencia. De modo que estos dos polos a tierra como son el periodismo y la docencia le impiden desviarse de la cronología que sin duda rige su vida.
Pero tal rigor solo puede darse a medias en un escritor dominado por una vocación literaria que se le impone, ya sabemos que la escritura es un desvío de la prosa del mundo, esta llanura prosaica, a la montaña mágica de la imaginación y la ciencia ficción es en este caso una vía de escape para conjurar cierto malestar que nos asalta debido a los acelerados y sorpresivos cambios que la tecnología ha introducido en nuestras vidas. Nos inquieta sobremanera que cambie nuestra percepción del tiempo y del espacio, que hurgue en la intimidad del ser humano, no sabemos si con la intención de deshumanizarlo o de despellejarlo vivo. De hecho, el esfuerzo de los personajes de El desmemoriado consiste en una simbólica resistencia a cambiar sus hábitos, convencidos como están de que lo importante es mantener los lazos que los unen y aferrarse tenazmente a los símbolos constitutivos de su identidad. Este es uno de los temas que se abordan en El desmemoriado donde dos personajes son condenados a la marginalidad y a la clandestinidad por haber quedado fuera del sistema, es decir, por no haber llegado a tiempo para recibir una tarjeta electrónica y un pin que los conecte a un sistema central, igual que al resto de los ciudadanos.
Nos instalamos en una Bogotá ultramoderna el 6 de agosto de 2068 en que se celebra el 530 aniversario de su fundación y Pitty Caballero, profesor universitario, junto con su esposa Manzana Siachoque intentan sobrevivir sin el pin recurriendo a tretas para escamotear las medidas del gobierno. Encontramos una ciudad llena de pantallas que vigilan, con una marquesina que la atraviesa de oriente a occidente para proteger a los ciudadanos de los sorpresivos aguaceros torrenciales, un guiño al sabio loco, el profesor Goyeneche que nutrió de anécdotas el imaginario de los estudiantes de la Universidad Nacional.
Por la ciudad transitan clones y mutantes y gentes orgullosas de mantener a raya a los pobres ciudadanos que viven en los márgenes, pues el centralismo ha triunfado sobre las regiones apartadas. El funcionamiento del cerebro es modificado para que las personas se adapten a las nuevas realidades: a cambiar los alimentos por cápsulas, a solicitar los bienes y servicios a través de la red y a obedecer sin cuestionarse las órdenes del jefe supremo, que solo desea perpetuarse en el poder. Es preciso, por tanto, prolongar la vida de los individuos e intentar incluso que alcancen la inmortalidad.
Literatura y ciencia van de la mano aquí y este procedimiento propio de la literatura de ciencia ficción, como sugiere Arturo García Ramos, «lleva las teorías racionales más allá de sus posibilidades mediante la imaginación» García Ramos (El cuento fantástico en el Río de la Plata, Mirada Malva, 2010: 306).
Y es que a medida que se avanza en la narración nos vamos dando cuenta de que ese futuro no es de ninguna manera ajeno al presente. Entendemos que se cuestionan el totalitarismo, el aislamiento e incomunicación entre las personas debido a la avasalladora presencia de las tecnologías, como dice el protagonista: «En el siglo XX, el hombre mató a Dios; en el siglo XXI el hombre mató al hombre».
Hay que celebrar, por tanto, esta reflexión sobre el presente desde un futuro no muy lejano, lo que se da en medio de la atmósfera inquietante del relato, aunque todo ocurra dentro de una aparente normalidad, procedimiento que inserta esta novela en nuestra tradición fantástica de ciencia ficción, que se remonta a Leopoldo Lugones, autor de ese conjunto de relatos que son Las fuerzas extrañas (1906), hasta llegar a la paradigmática novela de Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel (1940). Con ellos la ciencia ficción en nuestro entorno hispánico se ha abierto camino entre lo fantástico, alimentándose no solo de los adelantos científicos, sino también del cine, de los dibujos animados, tanto como de los clásicos. No cabe duda de Fabio Martínez es un apasionado lector de las novelas de Julio Verne que nos iniciaron en la lectura, pero sobre todo de obras como La máquina del tiempo de Wells El fin de la eternidad de Isaac Asimov, o Fahrenheit 451 de Bradbury que nos permiten reflexionar en lo que le espera a la humanidad bajo los regímenes totalitarios y sobre lo que queda del ser humano cuando se manipula su cerebro. También de sus predecesores en Colombia como Antonio Mora Vélez (1942), Glitza (1979) e incluso José Félix Fuenmayor con Una triste aventura de catorce sabios, (1928) y José Antonio Osorio Lizarazo con su novela Barranquilla 2132 (1932). Pero no olvidemos que El desmemoriado es ficción dentro de la ficción, ya que Pitty, el protagonista, nos deja al final sus complacientes opiniones sobre el relato que acaba de escribir.

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